“Desde el andén” es un proyecto educativo que se desarrolló simultáneamente en los colegios de campo del distrito. Consistió en recorrer la historia de los parajes en donde se halla emplazada cada escuela rural.
El proyecto, como se indicara, apuntó a que cada escuela rural investigara sobre su paraje y en el caso de las que tienen tren, sobre todo ver cómo cambió la vida en esos lugares de nuestra localidad, que han quedado casi todos desabitados con la partida del ferrocarril. Primero se investigó la parte geográfica y después surgió la chance de hablar con alguien que contara cómo era entonces la vida en ese mismo lugar.
Justamente Juan Rodríguez, ex alumno de la Escuela 13 de Guido Spano, fue el jueves quien estuvo contándole a los chicos la historia del paraje, la Escuela 13 y la función del tren durante los años cincuenta. El ex alumno del establecimiento rural contó cómo era ir a esa misma escuela de campo entonces y cómo fue que todo se fue perdiendo, y de pasar a tener más de cincuenta alumnos a solo unos diez hoy, cinco de jardín y cinco de primaria.
La mayoría de las estaciones han quedado muy deterioradas, sin bien hay algunas que están lindas. En el caso de Guido, se encuentra realmente fea y sería interesante poder restaurarla. Para todos aquellos que andan por ahí, esos lugares generan nostalgia en muchos casos, por saber que todo se perdió, en el caso de los chicos y los docentes que a diario permanecen ahí. Para otros, indiscutiblemente siguen siendo lugares asombrosos.
DIFERENTE, ESTABA
TODO MUY POBLADO”
Rodríguez contó toda su vida en Guido, cómo era la escuela, qué negocios había, cuánta gente se movilizaba, y la importancia que tenía el tren para trasladarse. Además, qué sentían ellos en esos encuentros en el tren, de qué manera se divertían, cómo fue ser de niño y de joven en este lugar, tan distinto a hoy, pero que no es más que el mismo lugar donde se criaron, estudiaron y crecieron muchos rojenses.
“Nací en el 41 y en los años 50 ingresé a la escuela. Mis tres hijos también vinieron acá. Todo era muy diferente, estaba todo muy poblado, había carnicerías, dos herrerías, dos almacenes, uno con despacho de bebidas. Y veníamos 54 chicos a las escuela, muchos más que ahora, y había tres maestras”, contó durante la charla el ex alumno, en una jornada muy atractiva en la Escuela 13 de Guido.
Rodríguez comentó de entonces que los mandados los iban a hacer en el tren. También las encomiendas se enviaban por el ferrocarril, que iba desde Rojas hasta Saraza (también pasaba por 4 de Febrero). Después de un tiempo, cuando se sacó el tren a vapor, ya el tren diesel no circulaba más hasta Zarasa, sino que moría en Rojas. En el caso del tren de carga, tanto llevaba hacienda como cereales.
“Con el correr del tiempo los comercios dejaron de funcionar, la ruta facilitó mucho para llevar gente al pueblo y se fueron quedando, buscando más la cercanía a la ciudad. También cambió el trabajo en el campo, se comenzó a trabajar más con la agricultura y además los chicos ,al viajar a las escuelas secundarias, los que tenían la posibilidad optaban por quedarse allá”, mencionó el baqueano.
Ahí vivía el jefe de la estación con su familia. El último jefe que estuvo fue un tal Apaitía, según Rodríguez. Pero se empezó a cambiar por camiones el uso del tren y se destruyeron las vías y todo su entorno. Entonces la escuela contaba con primero inferior y primero superior, y de segundo a sexto grado. Eran siete años, pero con la diferencia de dos primeros grados.
“Yo tuve la mala suerte de repetir dos años, uno por problema de salud, y otro porque no me daba para seguir estudiando. Después sí, ya traje a los hermanos y el apoyo de las maestras me ayudó muchísimo a seguir. Un día mío era levantarme temprano y antes de venir a la escuela, teníamos que ordeñar la vaca para tener la leche para el café del desayuno”, recordó Rodríguez, como si aquella infancia hubiese sido hoy.
Justamente, no era como ahora el hecho de las responsabilidades. Después de ahí, en su caso, salía a ayudar al papá a acomodar los caballos que tenía para hacer el arado. “Nos levantábamos a las seis de la mañana, tempranito. Después acomodábamos el zulki para venir a la escuela hasta las doce, y a la tarde salíamos de la escuela a las cinco. Veníamos de mañana y de tarde y cambiábamos los horarios por el frío”, recordó el ex alumno, en relación a que desde marzo iban de tarde y en septiembre, octubre y noviembre a la mañana.
HABÍA QUE AYUDAR
A LOS PADRES: “ERA
UNA VIDA SANA”, DIJO
En los tiempos libres de aquellos años cincuenta en Guido, también jugaban al fútbol: muchas cosas no había para hacer. Después, “en las casas”, como aún sigue diciendo, “hacíamos los trabajitos que nos tocaba”. Es que había que ayudar a los padres. “Era una vida sana. No había televisión ni luz eléctrica, nos iluminábamos con una lámpara, con un farol a kerosén y a la tardecita, cuando salíamos de la escuela, había que llegar y darle de comer a los animales y a la bajada del sol acomodarse para hacer los deberes ante de cena”, repasó ante los chicos el protagonista de aquellas viejas historias, inigualables, en Guido.
Según Rodríguez, después de la cena la mamá preguntaba qué habían hecho y qué había que hacer. Una vez todo resuelto, a dormir hasta el otro día, porque a la seis de la mañana, otra vez con las actividades antes de ir a la escuela.
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“Antes era todo árboles, mucha vegetación, hoy no ha quedado nada, casi no hay sombra. Y siempre hubo caseros en la escuela. En ese entonces pasaba el tren de carga y de pasajeros y lo veíamos desde la ventana. Maquinista de entonces fue el viejo Cobo, o Salgado. Me tuve que ir al pueblo por circunstancias de la vida. Pero el campo no lo cambio por nada”, sentenció quien es, aunque él no lo crea, parte de la historia más genuina de este distrito. “QUÉ MEJOR QUE UN
TESTIMONIO REAL, DE
ALGUIEN QUE LO VIVIÓ”
Rodríguez, a pesar de los años, ha estado siempre colaborando con la escuela 13 y “qué mejor que un testimonio real, de alguien que lo vivió, que no es un texto, es una persona que lo cuenta, para conocer la historia de nuestra escuela en aquellas décadas, donde todo era muy distinto”, señaló la docente de la escuela de Guido, Anabela Montero, tras la charla con los chicos.
Asimismo, la docente se refirió a la importancia de que la escuela se mantenga abierta. “No tenemos riesgos, de momento, que se pierda. Principalmente porque tenemos otros chicos que van a ir viniendo, e inclusive para el año que viene vamos a tener algunos más a la matricula actual. La ventaja de acá es que hay jardín y aunque hubiera un solo alumno y es genuino de la escuela, la escuela rural permanecerá abierta”, indicó.
En cuanto a las complicaciones, las mismas de siempre, indicó. “No es fácil trabajar y estudiar acá, los días de lluvia, por ejemplo, nosotras no podemos salir y los chicos no pueden entrar. El camino es intransitable. Con estas lluvias que hubo hemos perdido muchos días de clases y esas son cosas que nos complican un poco la continuidad. Pero en la escuela rural es así”, reconoció Montero.
Pero valoró el aporte de los padres. “Por suerte los padres de los chicos nos ayudan siempre. Uno de los objetivos que nosotros tenemos todos los años es tratar de que los chicos viajen algún lado, a hacer algún paseo, conocer otros lugares. Y el año pasado, con ayuda de toda la comunidad, que hicimos tallarinadas, juntamos plata y los llevamos a conocer el mar. Y este año si Dios quiere vamos a ir a La Plata”, sentenció la directora de primaria, a quien acompaña Carla Berrutti, que está a cargo del jardín.
FUENTE: EL NUEVO, Diario rojense
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