En Necochea existen 14 establecimientos que funcionan en el campo. Pese a los problemas de infraestructura y aislamiento propios del lugar, los chicos completan la primaria en contacto con la naturaleza.
Por Julieta Moreno
Enseñar y aprender en el campo no es tarea sencilla. Son muchas las dificultades que surgen en materia de infraestructura, de transporte, de acceso a las tecnologías para poder garantizar igualdad de oportunidades a los chicos que viven en el campo, con respecto a los de la ciudad. Superar el aislamiento e insertar a los niños en la sociedad es el principal objetivo.
En Necochea, funcionan 14 escuelas primarias que pueden ser consideradas rurales por la ubicación geográfica en que se encuentran. La mayoría tiene entre 4 y 8 alumnos y trabajan con la modalidad del plurigrado, es decir que una docente se encarga de enseñar a todos los chicos en una misma aula, independientemente de la edad que tengan y el grado que estén cursando. Cuando los contenidos coinciden, se propone un tema común y se asignan actividades con diferentes niveles de complejidad a cada uno de los chicos, teniendo en cuenta si están en 2º o 6º año de primaria. Cuando los contenidos son distintos, cada alumno realiza actividades particulares con el asesoramiento de la maestra, que se ocupa de todos a la vez. Ellas son directoras, administrativas, auxiliares y maestras de grado, porque la mayoría de las escuelas rurales tienen un solo docente a cargo. Se tienen que ocupar del funcionamiento de la escuela y también de su mantenimiento.
El principal problema de estos establecimientos en Necochea sigue siendo los días que se pierden de clases por la intransitabilidad de los caminos. Casi todos los chicos son hijos de trabajadores rurales que cuando llueve no pueden salir de los campos por el estado de los caminos. Otra deuda pendiente con las escuelas rurales del distrito tiene que ver con garantizar a los alumnos la posibilidad de aprender inglés y contar con los espacios curriculares de artística y educación física, como sí tienen todos los chicos que asisten a escuelas urbanas.
Pero más allá las dificultades propias de estar en el campo, los chicos tienen la posibilidad de vivir otras experiencias vinculadas con la vida al aire libre, el contacto con la naturaleza y además reciben una atención más personalizada por parte del docente, lo que marca una diferencia con respecto a los niños que viven en la ciudad.
La escuela rural es para muchas familias la única opción para que sus hijos estudien, por eso es fundamental que se sigan fortaleciendo estos espacios para garantizar que todos los chicos tengan igualdad de oportunidades y puedan vivir plenamente el derecho a la educación.
Enseñar en el campo
En el paraje “Mojón de Palo”, a 47 kilómetros de la ciudad por el viejo camino a La Dulce, está ubicada la Escuela Nº 24 “Remedios Escalada”. Actualmente tiene 7 alumnos, pero la matrícula va fluctuando porque depende del trabajo rural que haya en la zona. En general, siempre son 7 u 8 alumnos, aunque hace unos años, la escuela quedó con un solo alumno, situación que se revirtió en el último tiempo.
“Todas las escuelas nos regimos con los mismos diseños curriculares de la Provincia, pero en una escuela rural las rutinas de saludar a la bandera o de hacer silencio no nos llevan demasiado tiempo, lo que nos permite avanzar mucho en cuanto a los contenidos”, explicó la directora María Eugenia Agriello, en relación a las diferencias que existen con respecto a las escuelas urbanas. Pero, si bien se puede avanzar en el programa más fácilmente, no siempre cuentan con todos los módulos previstos en la Ley de Educación, lo que genera una desigualdad entre los chicos que van a una escuela en la ciudad y los que van a una en el campo. En el caso de la Escuela Nº 24, no tienen inglés, ni educación física, ni artística.
“No están creados los cargos”, dijo la directora, y agregó que “esto nos está preocupando porque todos los chicos tienen el mismo derecho, los que viven en la ciudad y los que viven en zonas rurales”. Se indicó que “lo más preocupante es el caso de inglés porque es una materia en la que en general hay mucho fracaso escolar y los chicos tienen que empezar el secundario, sin ningún conocimiento de este idioma”.
Si bien no tienen inglés, sí cuentan con dos computadoras con conexión a Internet, que facilita la Fundación Cultural La Dulce.
Con respecto al estado del edificio, dijo que “lo pintamos hace dos años, pero hay que volverlo a pintar y también estamos esperando que vengan a ver el techo desde el Consejo Escolar porque se está panceando”. Además comentó que “queremos conseguir un caloventor para la galería y los baños, donde no hay calefactor, y un equipo de música”.
María Eugenia Agriello hace diez años que está en la escuela y cuándo habla del vínculo que la une con sus alumnos se le llenan los ojos de lágrimas. “Nunca he estado tanto tiempo en un cargo porque me gusta ir cambiando, pero ahora no puedo”, dijo María Eugenia, destacando que “acá se sufre el mal tiempo, hay que renegar con el edificio y con el camino pero estar en una escuela rural es otra cosa…”.
“Uno se encariña con la escuela, con los chicos, con los papás y me preocupo por cada cosa que les pasa a las familias”, más allá de lo estrictamente pedagógico. Además dijo que “la escuela rural te da la posibilidad de estar en un cargo directivo, sin dejar el aula”, aunque aclaró que “no es fácil acostumbrase a la soledad del cargo”, ya que es la única docente de la institución.
La naturaleza en acción
“La escuela rural permite que los chicos vean la naturaleza en acción: en nuestra escuela había unos nidos de golondrina y vimos llegar a los pichones y los pudimos ver cuándo empezaron a volar”, señaló Verónica Fortain, directora de la Escuela Nº 21 “Constancio C. Vigil”, que funciona en el paraje “Las calaveras”, a 101 kilómetros de nuestra ciudad y a 10 km de Claraz.
El establecimiento, que está a punto de cumplir 50 años, cuenta con seis alumnos, provenientes de dos familias de trabajadores rurales. En un momento de su historia llegó a tener hasta tres maestras, pero hace unos años estuvo por cerrar por falta de alumnos. Afortunadamente la situación se revirtió y hoy funciona con una sola docente, pero con una matrícula estable.
“Al ser pocos alumnos te permite un trabajo más individualizado en cuanto a lo pedagógico”, consideró la directora, y destacó el contacto que se logra con la naturaleza. Aunque consideró negativo para los chicos el no tener contacto con otros alumnos de sus mismas edades y la falta de posibilidades para realizar otras actividades.
Para revertir esta falencia, Verónica Fortain puso en marcha un proyecto de apertura a la comunidad, que consiste en realizar un encuentro una vez por mes que convoque a vecinos, padres y chicos de la zona. “El primer encuentro consistió en un taller de tango”, contó la docente, destacando la importancia de favorecer la comunicación en la comunidad.
En este caso, la escuela cuenta con módulos de artística e inglés, pero los comparte con la Escuela Nº 30, lo que significa que no tienen clases de estas asignaturas todas las semanas, sino cada 15 días. En tanto, educación física no tienen. Tampoco cuentan con Internet ni con un televisor para mirar películas.
La escuela cuenta con un predio de media hectárea que requiere mucho mantenimiento. “Yo soy directora, docente, secretaria y auxiliar”, indicó la maestra, enumerando algunas de las tareas que realiza periódicamente: “me ocupo de dar clases, hacer trámites, de la limpieza, de cortar el pasto, de juntar leña”. Ella vive en Necochea y viaja todos los días a la escuela, incluso lo hace también los domingos para realizar algunas de las tareas que no llegó a realizar durante la semana por falta de tiempo, principalmente aquellas vinculadas al mantenimiento del edificio.
Como una familia
Sobre la ruta 86, a 22 kilómetros de Necochea, funciona la Escuela Nº 36 “Tierra del Fuego” en el Paraje “La Lita”, quizás la que mejor accesibilidad tiene por estar sobre ruta. No obstante, los siete alumnos que conforman la matrícula suelen tener dificultades para llegar al establecimiento los días de lluvia porque viven sobre caminos rurales de tierra que, como sucede en todos los casos, se vuelven intransitables fácilmente con un poco de agua.
La Escuela Nº 36 es una de las cuatro escuelas rurales que funcionan en el distrito que cuenta también con un servicio de Jardín de Infantes Rural de Matrícula Mínima, lo que significa que los chicos de esta zona no sólo tienen la posibilidad de acceder a la primaria sino también al nivel inicial.
En este caso, concurren siete alumnos al nivel primario dirigido por Adriana Waldbillig y cuatro niños más, de entre 2 y 5 años, que asisten al Jardín de Infantes que está a cargo de Elisa Obregón.
En este caso, el establecimiento cuenta con módulos de inglés, artística y música. Tienen televisor y también computadora, pero al igual que la mayoría de las escuelas no tienen Internet. “Tenemos la conexión a través de una antena, pero no funciona”, contaron las directoras. Lo mismo sucede con el decodificador de la TV Digital Abierta, que se les entregó recientemente. El principal problema en todos los casos, es la falta de señal, incluso también para recibir llamadas a los celulares.
Sobre la comunidad educativa, dijeron que “tenemos la colaboración de las familias, una cooperadora que trabaja muy bien y la comunidad es muy predispuesta”.
En relación a las diferencias que existen entre las escuelas urbanas y las rurales, Waldbillig indicó que “yo diría que se trabaja mejor en el campo porque uno atiende mucho más las necesidades de cada niño, los distintos intereses y la evolución de cada uno”.
“Es desestresante trabajar en el campo porque los chicos tienen otros estímulos y no hay esa locura que existe en la ciudad, se trabaja mucho mejor y disfrutan mucho más del aire libre”, agregó Obregón.
“Muchos nos dicen cómo se puede trabajar con tan pocos alumnos, pero hay que entender que la escuela rural es la única posibilidad que tienen algunos niños de acceder a la educación formal porque de otra manera sus padres no podrían llevarlos hasta la ciudad”, se expresó.
Las maestras coincidieron que junto a los papás y a los chicos conforman “una familia”, ya que se genera un vínculo muy fuerte entre todos. No obstante, ven como un aspecto negativo el aislamiento que se va produciendo en relación al contacto con otros docentes, pese a la intención de actualizarse en forma permanente.///
Un establecimiento sin energía eléctrica
A 130 kilómetros de Necochea, en la zona rural de Juan N. Fernández, en el Paraje “San Cala” funciona la Escuela Nº 30 “Martín M. Güemes”, con una matrícula de cinco alumnos.
En este caso, el principal problema que tiene el establecimiento es que no cuenta con energía eléctrica, es decir, que dependen de la luz natural que ingresa por las ventanas para dar clases. Esto les impide usar algún televisor para mirar una película, escuchar música o contar con una heladera para conservar la leche. Entre otras dificultades, que surgen a partir de esta carencia.
“La luz está en un campo vecino a un kilómetro de la escuela”, contó la directora del establecimiento primario, Viviana Córdoba, quien aseguró que “si bien están hechas las gestiones, no se han logrado resultados porque los costos son muy altos”.
Desde el Consejo Escolar, se ha ofrecido -según contó la docente- instalar un grupo electrógeno, pero desde la escuela no creen que sea la mejor solución porque ya, en otra oportunidad, han tenido este tipo de motores y los han robado.
De todas maneras, dijo que “tenemos ventanas grandes para iluminar los ambientes, pero no podemos poner música en los actos o mirar alguna película, ni tampoco podemos tener una heladera y la única opción que nos queda es comprar leche en polvo o consumir el litro en el mismo día”.
Con respecto al gas, se informó que se manejan con garrafas de 10 kilos que periódicamente debe traer la directora desde Juan N. Fernández, que está a 25 kilómetros de la escuela, porque la distribución no llega hasta ese lugar.
El mantenimiento
“Es mucho trabajo mantener la escuela, pero cuento con la ayuda incondicional de mi marido que corta el pasto y poda las plantas”, detalló la directora, y agregó que “hace un tiempo pintamos la escuela con dos papás, mi marido y yo”.
Si bien no tienen Internet, cuentan con una notebook que Viviana lleva todos los días, tras cargar la batería en su casa. Cabe destacar que la computadora fue ganada por el establecimiento hace dos años en el concurso literario “Rincón Gaucho”, que organizó la Fundación Cargill y el Correo Argentino. La ex alumna Luisina Refojo con una leyenda sobre la creación de su escuela ganó un viaje a Buenos Aires y una bicicleta, además de la notebook para el establecimiento.
“Creo que lo más positivo de trabajar en una escuela rural es que los chicos aprenden en un espacio de interacción con la naturaleza”, consideró la docente, pero la dificultad mayor está dada por la intransitabilidad de los caminos durante los días de lluvia”.
Distintos grados de ruralidad
En el distrito de Necochea funcionan 14 escuelas primarias que pueden ser consideradas escuelas rurales por estar literalmente ubicadas en el medio del campo. Aunque también están los establecimientos del interior del distrito como La Dulce, Claraz, Fernández y Costa Bonita, que también tienen distintos grados de ruralidad, por no estar ubicados en las zonas más urbanizadas. En estos últimos casos, se trata de escuelas grandes con la mayoría de los cargos docentes cubiertos y matrículas abundantes.
Los grados de ruralidad deben ser propuestos por cada distrito, a través de un comisión integrada por la Secretaría de Asuntos Docentes, Consejo Escolar, Inspección, sindicatos, que debiera reunirse todos los años para hacer una reclasificación de servicios. “Esto no ocurre hace muchísimo tiempo”, contó la inspectora de Educación Primaria, Ana Lidia Marincevic y destacó que “la última reunión que se hizo para reclasificar la ruralidad de las escuelas fue antes del 2001”.
La ruralidad se define según una serie de criterios vinculados con la distancia de la escuela con la ciudad cabecera del distrito, la disponibilidad de servicio de transporte público de pasajeros, los accesos a la institución (por ruta, calle o camino de tierra), la difícil cobertura de los cargos docentes, entre otros.
“Se revisaron las ruralidades hace años en el marco de una ley de emergencia en la Provincia de Buenos Aires, recortando las ruralidades de todos los servicios”, se lamentó la inspectora. Cabe destacar que a mayor grado de ruralidad, mayor es el salario docente, por todo lo que implica dar clases en una escuela que está ubicada en una zona desfavorable.
Reclasificar la ruralidad de las escuelas, según la inspectora es una deuda pendiente del Estado, al igual que lo es la creación de cargos para que todos los establecimientos rurales tengan inglés, artística y educación física.
La problemática del transporte también es un tema fundamental porque principalmente en el nivel secundario, los chicos que residen en zonas rurales dependen sí o sí de este servicio para llegar a la escuela. Esto se da porque los servicios secundarios son menos y están ubicados en zonas más urbanizadas como pueden ser las localidades del interior.
Ana Lidia Marincevic, quien trabaja en Educación Primaria junto a las inspectoras Alicia Maldonado y María Silvina Etchegoyen, informó que se está gestionando la apertura de un nuevo servicio de jardín de infantes para cubrir la demanda de las escuelas rurales Nº 22, 39 y 43 porque esto también constituye una deuda del Estado: el poder garantizar la educación formal desde los primeros años de vida de los chicos.
FUENTE: Ecos Diarios. com
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