La mayoría abandona porque los establecimientos con albergue no tienen ese nivel educativo.
La inserción de los chicos en tareas laborales y la falta de recursos de los padres son las causas de la deserción.
Como una forma de paliar las grandes distancias y las geografías agrestes, las escuelas albergue no sólo cumplen con su función formadora, sino que se han convertido en un ámbito de contención social.
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Para los hijos de la población rural, que representa el 17% del total de habitantes de la provincia, recibir educación es un lujo, no sólo por las grandes distancias, sino porque el niño o joven contribuye con la manutención de la familia. En ese contexto, las escuelas albergue se transforman en la única posibilidad de educación al alcance de la mano.
Salta tiene en total 1.321 establecimientos educativos, 607 son rurales y 163 albergues. La mayoría de estos últimos está ubicada en Rivadavia, con 36 unidades educativas; Santa Victoria, con 16, y Anta, con 15. Cerrillos es el único departamento que no tiene ninguno.
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Casi todos son de carácter rural disperso, es decir, emplazados en núcleos de menos de 500 habitantes o directamente en campo abierto. Referentes del Ministerio de Educación de la Provincia señalaron que el contar con un lugar donde comer y dormir es determinante al momento de continuar los estudios. También sostienen que la educación rural es una de las deficiencias del sistema.
Según estadísticas oficiales, la mayor deserción escolar se registra en el nivel Polimodal, es decir, a medida que avanza la escolarización, y en zonas de menor densidad poblacional.
Las escuelas albergue funcionan generalmente con plurigrados. La matrícula es pequeña, porque en muchos casos la población es poca. Del total, sólo 17 cuentan con Polimodal.
Para Sonia Trigo, funcionaria del Promer (Proyecto de Mejoramiento de la Educación Rural), “además de los alumnos, allí se alimentan sus hermanitos y sus padres, que ayudan en el comedor escolar. La escuela ha dejado de cumplir una función de formadora y pasa ahora a cumplir una función de contención. El albergue y el alimento son elementos de permanencia. Muchos van a la escuela porque encuentran un plato de comida”, afirmó.
Por su parte, Marcela Arocena, coordinadora del Promer, señaló que las zonas más vulnerables son, por sus condiciones sociales y geográficas, Rivadavia y la zona andina.
Apoyo a la ruralidad
Este proyecto se implementó en Salta en 2008, con la finalidad de apoyar la educación rural. La tasa de analfabetismo en Salta, según el último censo, es de 4,66%. Lideran la tabla localidades con baja densidad poblacional: Santa Victoria (21,17% de analfabetismo), Rivadavia (16,67%), Iruya (15,67%), y Los Andes (10,10 %). El índice más bajo se registra en Capital (1,69%).
En el período 2008/9, en el ámbito rural, la tasa de deserción fue de 0,88% en EGB 1 y 2, mientras que en EGB 3 fue de 13,19% y en el Polimodal de 15,43%.
En cuanto a la deserción escolar en las zonas de riesgo, hay que tener en cuenta también el aspecto intercultural. Para Trigo, las principales barreras no son las bilingües, sino la discriminación que surge ante aquello que no se conoce y, por ende, no se valora. Se busca que el docente aborde al “otro” cultural. “El año pasado se titularizó a 80 auxiliares bilingües y hay más de 200 en espera”, señala. Las escuelas bilingües están ubicadas en los departamentos salteños Orán, San Martín, Rivadavia, Iruya y Santa Victoria.
Asisten alumnos de distintas etnias aborígenes como chorote, wichi, colla, guaraní, toba, chané, churupí y tapete y, hasta 2009, cumplen sus funciones 191 maestros de lenguas indígenas en la provincia.
FUENTE: El Tribuno.com.ar
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