SANTIAGO DEL ESTERO: Maestros de monte adentro, una forma de honrar la vida

Recorren grandes distancias para llevar esperanza a los changuitos del interior.
LORETO, (C) En la región del semiárido santiagueño los caminos parecen más largos que en otros lugares. Por allí, donde el polvo reseco cubre el aire ante la menor brisa, son pocos los que se animan a transitar. Incluso los lugareños salen sólo si es muy necesario. Sin embargo, en la provincia existen héroes silenciosos que a diario recorren estos senderos de tierra árida y solitaria para cumplir con una misión: llevar la educación a los changuitos del monte para animarlos a soñar con un futuro diferente. Uno de estos patriotas que hacen el país en silencio es Diego Nicolás Juárez (30), docente de la escuela Nº 904, a la que llega todos los días luego de recorrer cuarenta y cinco kilómetros, de los cuales los últimos cinco los hace en una bicicleta, confundiéndose con el paisaje cruza el arenal del bajo y en el ultimo tramo su guardapolvo blanco se camufla perfectamente con el salitral de San Gregorio.

Está casado, tiene dos hijos y vive en la ciudad de Loreto, aunque toda su infancia transcurrió en Yolo Huasi (Casa del flamenco), en el departamento Atamisqui, donde fue alumno de una escuela rural, cuando por su cabeza rondaba el sueño de convertirse en profesional de la salud: “Siempre quise ser médico, pero las limitaciones económicas fueron dejando atrás los sueños, y comencé a estudiar para maestro”, recuerda Diego, uno de los pocos maestros quichuahablantes que aún recorren la provincia.

Como muchos changos del interior santiagueño, Diego sufría la falta de posibilidades para alcanzar sus objetivos, pero esto en vez de amedrentarlo fue motivándolo a superarse: “Me recibí a los 19 años, en 1999, al poco tiempo murieron mis abuelos y no tuve más chance de seguir estudiando porque ellos eran el sostén de nuestra familia; mi madre se apoyó en ellos para podernos criar, a mí y a mis dos hermanos menores, ya que ella se separó cuando yo tenía tres años”. Ya con su título de maestro bajo el brazo Diego, realizaba algunas changas para poder subsistir. “Pasaron tres años y no podía conseguir trabajo de maestro, mi puntaje era bajo y siempre me faltaban veinte centésimos. La diferencia eran veinte pesos entre poder hacer un curso o no”, se lamentó.

Entre el trabajo de peón golondrina y las changas, un día llegó el primer cargo de docente. Fue en un paraje lejano del departamento Avellaneda: “Estaba inscripto en la región número cuatro y tuve la oportunidad de comenzar en la localidad de Punta Pozo. Para llegar a esta escuela tenía que hacer 26 kilómetros en bicicleta por el departamento Atamisqui, luego en lancha cruzaba el río Dulce hasta el departamento Avellaneda”.

Cuando cobró sus primeros sueldos comenzó a realizar cursos de perfeccionamiento que antes no podía pagárselos. Así, rápidamente su puntaje fue subiendo y cada vez se fue haciendo más fácil acceder a otros cargos, y las ganas de ser médico fueron dando paso a una profesión que ahora Diego desarrolla con un enorme compromiso con la realidad de sus alumnos.

Desde un principio tomé este trabajo con mucha responsabilidad, poniendo como premisa el cumplir fielmente con la misión encomendada, y si uno pretende educar, debe hacerlo con el ejemplo. Yo fui alumno rural, tanto en la primaria, como en la secundaria y fue ahí donde se me transmitió las ansias de superación que siempre me motivaron”, expresó.

Para Diego, confundirse con la geografía no es difícil. Es que ya se siente parte de ella, habla su idioma, se mueve en su hábitat y hasta su rostro trigueño denuncia las huellas del sol implacable y del monte santiagueño.

Él no necesita de incentivos extras para entrar al monte con la misión de enseñar, es mucho más que un maestro rural, es un chango santiagueño que descubrió que la educación es la única forma de superar todos los límites que el hombre del campo sufre.

Como Diego, cientos de maestros santiagueños realizan todas las semanas enormes travesías, que para muchos resulta casi imposible. Ellos son héroes anónimos que hacen patria llevando educación a los rincones más inhóspitos de la provincia.
FUENTE: Diario El Liberal

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