En primera persona
Por Celso Limberger
Para LA NACION
Cursé mis estudios primarios en la Escuela Plurigrado Rural Nº 222 y los de nivel medio en una escuela secundaria urbana a 5 kilómetros de nuestro paraje. Tras culminar el 2° año decidí desertar porque esta escuela no respondía a mis intereses y expectativas.
Así, con sólo 15 años, empecé a trabajar por unos meses en una pequeña fábrica de procesamiento de fécula de mandioca y tras culminar la zafra, en una fábrica de aserraje de madera.
Hacia fines de ese año, un sacerdote católico el padre José Marx SVD comenzó a promocionar en la zona una escuela de la familia agrícola (EFA), con una propuesta de alternancia que implicaba que los alumnos asistieran 18 semanas intensivas por año a un ámbito educativo con internado, bajo un ritmo de 15 días en la escuela y 15 de permanencia en la casa junto a su medio de vida familiar y sociocomunitario. Motivado por esta modalidad educativa retomé mi formación media desde 1er. año asistiendo 15 días a la EFA y trabajando los otros restantes para poder cubrir mis gastos.
Desde entonces encontré una escuela que respondía efectivamente a mis demandas formativas y proyecto de vida. Tras mi graduación continué estudios superiores en el Instituto Capacitación de Monitores de la ciudad santafecina de Reconquista. Culminé mi formación de grado docente como profesor en ciencias agrarias y apenas graduado volví a la realidad y al contexto que me vio nacer. Inmediatamente comencé a trabajar como docente en la EFA San Wendelino y en el Instituto Superior de Formación Docente, Ciencias Agrarias y Protección Ambiental de Capioví, en Misiones.
He fundado, junto a jóvenes y familias locales varias organizaciones desde la cuales hemos promovido procesos que permitieron transformar la realidad social de numerosas comunidades de pequeños y medianos productores, al igual que comunidades Mbya guaraníes.
Creo que la escuela rural debe generar estrategias sustentables que favorezcan no sólo la inclusión educativa, sino el desarrollo territorial; factores y políticas educativas que articuladas con políticas agropecuarias sustentables contribuirán a evitar y mitigar el masivo éxodo rural.
FUENTE: Diario LA NACIÓN Comunidad, sábado 4 de septiembre de 2010
Por Celso Limberger
Para LA NACION
Nací en el paraje rural Colonia San Alberto, del municipio de Puerto Rico, en Misiones. Mis padres -analfabetos crónicos- eran pequeños productores agropecuarios.
Cursé mis estudios primarios en la Escuela Plurigrado Rural Nº 222 y los de nivel medio en una escuela secundaria urbana a 5 kilómetros de nuestro paraje. Tras culminar el 2° año decidí desertar porque esta escuela no respondía a mis intereses y expectativas.
Así, con sólo 15 años, empecé a trabajar por unos meses en una pequeña fábrica de procesamiento de fécula de mandioca y tras culminar la zafra, en una fábrica de aserraje de madera.
Hacia fines de ese año, un sacerdote católico el padre José Marx SVD comenzó a promocionar en la zona una escuela de la familia agrícola (EFA), con una propuesta de alternancia que implicaba que los alumnos asistieran 18 semanas intensivas por año a un ámbito educativo con internado, bajo un ritmo de 15 días en la escuela y 15 de permanencia en la casa junto a su medio de vida familiar y sociocomunitario. Motivado por esta modalidad educativa retomé mi formación media desde 1er. año asistiendo 15 días a la EFA y trabajando los otros restantes para poder cubrir mis gastos.
Desde entonces encontré una escuela que respondía efectivamente a mis demandas formativas y proyecto de vida. Tras mi graduación continué estudios superiores en el Instituto Capacitación de Monitores de la ciudad santafecina de Reconquista. Culminé mi formación de grado docente como profesor en ciencias agrarias y apenas graduado volví a la realidad y al contexto que me vio nacer. Inmediatamente comencé a trabajar como docente en la EFA San Wendelino y en el Instituto Superior de Formación Docente, Ciencias Agrarias y Protección Ambiental de Capioví, en Misiones.
He fundado, junto a jóvenes y familias locales varias organizaciones desde la cuales hemos promovido procesos que permitieron transformar la realidad social de numerosas comunidades de pequeños y medianos productores, al igual que comunidades Mbya guaraníes.
Creo que la escuela rural debe generar estrategias sustentables que favorezcan no sólo la inclusión educativa, sino el desarrollo territorial; factores y políticas educativas que articuladas con políticas agropecuarias sustentables contribuirán a evitar y mitigar el masivo éxodo rural.
FUENTE: Diario LA NACIÓN Comunidad, sábado 4 de septiembre de 2010
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