Los músicos, 100 instrumentistas y 60 coreutas de entre 18 y 25 años, son parte de un programa de integración del Ministerio de Educación. Dialogaron con los alumnos y luego desplegaron su repertorio.
Qué les ponen a los violines para que no suenen muy fuerte?”, preguntó Javier con sus 11 años. “¿Por qué el clarinete se escucha más bajito que el resto?”, fue la consulta de Claudia, que ya cumplió 10. “¿Cuánto hay que ensayar para tocar bien el contrabajo?”, se apresuró Antonella, de sexto grado. El interrogatorio era preciso y, además de curiosidad, denotaba conocimiento. Los alumnos primarios de escuelas rurales de la provincia de Mendoza se mostraron tan interesados como ansiosos por conocer qué deben hacer para transformarse en músicos más experimentados. Llenaron de preguntas a los integrantes de la Orquesta y el Coro Juvenil del Bicentenario, en medio de un ensayo abierto, horas antes de que la banda hiciera allí una nueva presentación de su gira nacional.
La orquesta es una iniciativa del Ministerio de Educación de la Nación. Integra un programa, iniciado en 2008, de políticas de inclusión a través de la música, para niños y jóvenes que viven en zonas marginales. Claudio Spector, coordinador del programa, explicó a Tiempo Argentino: “Además este año, con motivo del Bicentenario, quisimos ofrecerles a esos alumnos algunas funciones con jóvenes más preparados. La idea es que vean a sus pares, puedan identificarse con ellos y se animen a plantearse objetivos.”
Los alumnos de primaria que pudieron presenciar el ensayo de la orquesta juvenil se mostraron azorados. Anabel Molina, preparadora vocal de la Escuela Santa Rosa, contó a este diario: “Ellos integran el Programa Nacional de Orquestas. Están aprendiendo mucho y les cambió el panorama, porque viven en lugares muy aislados. Hoy, cuando ven a los más grandes en el escenario, se dan cuenta que su sueño puede hacerse realidad.” Con sus 11 años, Belén Ordoñez tiene muy claro lo que quiere. Fanática de Luciano Pereyra y “soprano” –según se reconoce–, la niña de guardapolvo blanco contó a este diario por qué le gusta estudiar música: “Vivo en una zona rural, y antes no había talleres así. Sueño con ser solista y cantar folklore.”
El ministro de Educación, Alberto Sileoni, detalló: “Buscamos estimular el contacto de los chicos con la música y que eso sea una oportunidad para vincular con la escuela a los chicos que están fuera del sistema.”
El grupo de jóvenes empezó su gira en mayo, cuando se presentó en el noroeste. En junio, se subieron al escenario de las provincias del noreste y, el pasado martes, comenzaron su paso por las provincias de Cuyo, para finalizar mañana, en Córdoba. Cien instrumentistas y 60 coreutas, todos de entre 18 y 25 años, se conocieron el pasado 20 de julio en San Juan, donde hicieron base para estudiar los pentagramas a toda hora. “No les aconsejo registrarse en los hoteles a los que vamos nosotros porque los chicos practican con sus instrumentos hasta la madrugada”, bromeó Spector el jueves por la noche, ante los espectadores que colmaron el auditorio del clásico Teatro Independencia, en pleno centro mendocino.
Los jóvenes prepararon, durante una semana entera, un espectáculo que incluye parte de la obra del compositor español Manuel de Falla, quien murió en la provincia de Córdoba en 1946. Además de Spector, la decisión del repertorio corrió por cuenta del director del coro, Mariano Moruja, y de Ignacio García Vidal, coterráneo de Falla y reconocido director de orquesta, quien comandó la puesta y tomó el proyecto como propio (ver aparte). Y hubo una estrofa del cantautor Silvio Rodríguez que sonó con más intensidad que las otras, cuyo significado se hizo sentir y resumió el objetivo de todo el esfuerzo. A cappella, el coro juvenil recordó: “Entre el espanto y la ternura / la vida canta.”
FUENTE: Tiempo Argentino
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