Lejos del mundo, un millón de chicos estudia en aislamiento y sin servicios


La
Universidad Nacional del Centro coordinó la última parte del censo de escuelas rurales en todo el país. Hasta ahora el Estado no sabía cuántas había ni dónde estaban. En ellas estudia el 10 por ciento de los alumnos del país. La mayoría no tiene agua. Y para llegar hay que caminar horas o ir a caballo. A los censistas los recibían con fiestas. Y lloraban cuando se veían en fotos digitales.
El licenciado Daniel Herrero, de la Facultad de Económicas, relató la experiencia a EL POPULAR Medios.
Silvana Melo
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El Estado nacional acaba de enterarse de que existen 15.600 escuelas rurales y en poco tiempo más sabrá -por primera vez- dónde está ubicada exactamente cada una. Son un millón de chicos -el 10 por ciento del alumnado del país- que aprenden a sumar contando piedras coloradas y a escribir su nombre en el desierto. El censo que terminó la Unicén incluyó a cada una de las escuelas perdidas en los arrabales del país, ahí donde las banderas se caen por las fronteras o donde ranchitos de barro ensayan una pizarra incierta. La mayoría sin agua, algunas no fueron atendidas en su infraestructura desde el Plan Quinquenal de Juan Domingo Perón, con accesibilidad complejísima y un aislamiento feroz. Allí llegaron los censistas, coordinados por el licenciado Daniel Herreno de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad con sede en Tandil. Eran recibidos con fiestas populares y los chicos se emocionaban ante las fotografías.
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Los datos finales van a informarse oficialmente en el segundo semestre del año: las escuelas rurales constituyen el 38 por ciento de los establecimientos del país. Un millón de chicos que, día tras día, deben recorrer grandes distancias a veces a pie, a veces en carro o en mula, para llegar.
Herrero explicó que "entendemos por escuela rural a las que están en zona de campo abierto y en poblaciones de hasta dos mil habitantes". Son "de concentración por lo general, es decir que no están clasificadas en jardín, primaria y secundaria, sino que es un solo edificio con una salita que de guardería, de jardín, a otra hora es primaria y a la tardecita van los adultos mayores. Es plurigrado", es decir que los chicos pertenecientes a todos los cursos comparten el aula. El 30 por ciento tiene docente único para todos los niveles.
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Los datos fríos exhiben que en Santiago del Estero el 75 por ciento de los chicos estudia en el campo. En Tierra del Fuego, apenas el 10.
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Cómo llegar
El licenciado Herrero describió los distintos niveles de accesibilidad a las escuelas rurales: "las de acceso simple, que están al borde de la ruta y son las menos numerosas. Las de acceso intermedio, para las que hay que internarse unos kilómetros por calles de tierra y las que tienen mucha más dificultad, situadas en montañas, en islas, en lugares desiertos, donde no se puede llegar con vehículo o sólo en cuatro por cuatro o en mula y si no hay que caminar y no hay otra alternativa".
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En algunos casos, "los llevan en autos de las comisarías, en transportes especiales de comisionistas de la zona, la mayoría llega a caballo o caminando y a veces se tienen que quedar en la escuela porque el río levanta el nivel de agua y no pueden salir". Parecen varios mosaicos de país. "El Impenetrable chaqueño es muy complejo. En la Provincia estamos acostumbrados a otra cosa, a tal punto que hay escuelas que han quedado en zonas muy cercanas a la urbana". Pero en los extremos de la tierra la foto de la historia es totalmente diversa.
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A esos lugares imposibles no llega nadie. Cuando lo hicieron los censistas, parecían una visita de otros mundos. "En gran parte de las escuelas -relata el técnico de la Universidad del Centro- se cumple con las formalidades, los directores llenan las planillas, informan y los ministerios están al tanto del funcionamiento de la escuela" desde sus escritorios lejanos. Visitas, nunca.
"En algunos lugares remotos no recordaban la última vez que había ido alguien de un ministerio". El licenciado Herrero explica que "nos manejamos con una red de censistas que generalmente eran baqueanos, que sabíamos que iban a poder llegar porque eran conocedores del territorio. Vinieron todos a Tandil a la Universidad, recibieron una capacitación y de ahí en más cada uno salió a territorio y nos íbamos encontrando periódicamente en distintos puntos del país".
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Las recepciones eran sorprendentes. "En algunas escuelitas rurales los trataban como si estuviera llegando el Ministro de Educación, con una solemnidad increíble; en otros les hacían una fiesta popular de bienvenida". Eso, tal vez, fue lo más impactante: "una fiesta con todos los que vivían ahí, con música, con muchas expresiones de cariño". Chicos que no conocen otro horizonte que el desierto o la montaña infranqueable asombrados hasta el llanto por una tecnología que en el ombligo del país es cotidiana. "Iban dos censistas, uno con perfil tecnológico, con cámara digital y GPS para tomar la coordenadas y conocer la ubicación exacta; otro fotografiaba el lugar, las instalaciones, los docentes, los alumnos; muchos chicos no conocían eso y verse retratados en la computadora del censista les resultaba emocionante, lloraban. De ahí surgieron cosas increíbles, les regalaban las fotos, las imprimían y se las regalaban".
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Lejos del futuro
Los jardines son el 38% del total de los establecimientos rurales; las primarias, un 49%, y las secundarias, el 28. Es decir que miles de chicos abandonan en el nivel primario. "La mayor parte no hace la escuela secundaria en zona rural", enfatiza Herrero. "Del censo va a salir cuántos planean hacer el secundario en la zona urbana y cuántos de la zona urbana provienen de la rural. Pero hoy el dato es que la cantidad de escuelas secundarias es mínima".
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Para acceder al nivel medio "hay que tomar una decisión de vida, hacer la secundaria implica irme a vivir al pueblo. Muchas veces no puedo trasladarme y entonces significa radicarme. Esto tiene implicancias familiares y culturales".
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Los servicios y la infraestructura son de un país que nadie imagina en los centros urbanos. "En algunas escuelas -dice Herrero con una voz que aún suena perpleja- no recibieron mantenimiento desde el Plan Quinquenal de Perón". Es decir unos sesenta años.
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Un número importante de establecimientos "no tiene agua. Un número pequeño accede al agua potable, sólo el 25%. Y el 45% de las escuelas sólo puede obtenerla de alguna fuente subterránea. El resto no tiene agua". Eso significa que "tienen que transportarla desde la ciudad, vienen camionetas o carros con tanques de agua y les dejan. A veces les dura una semana o menos".
El gas natural es una utopía: apenas 400 de las casi 16.000 escuelas lo tienen. La electricidad, donde hay, "es tan débil que no se pueden tener dos cosas enchufadas a la vez. Hemos tenido problemas de aparatos tecnológicos que se han quemado. Es muy endeble el sistema eléctrico cuando llega".
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Es inevitable el recuerdo de un plan gubernamental, hace una década, que destinó computadoras a escuelas rurales sin energía eléctrica. "Estas cosas pasan porque no existen datos, no hay información certera para tomar esas decisiones. La Argentina hasta ahora no sabía con cuántas escuelas rurales contaba ni en qué lugar exacto estaban ubicadas". Es decir que "si tiene que llegar un helicóptero, cuando brota el dengue o la gripe A, va a estar horas volando hasta encontrarla". El censo aportará estas certezas: "ahora va a tener las coordenadas GPS y va a poder llegar. Cuando se toman decisiones a nivel político de gestión, hay que saber sobre qué se toman", dijo el licenciado Herrero como si lo hiciera en un exceso de sentido común. Pero no lo es.
De todos modos, se entusiasma con lo que se podrá a partir de la iniciativa del Ministerio de Educación: "articular con el Instituto Geográfico Militar para mejorar la cartografía del país, coordinar con el Ministerio de Salud para conocer las enfermedades rurales por región", por ejemplo.
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A la Unicén le tocó la última etapa del censo en medio de los brotes furiosos de dengue y gripe A que se vivieron el año pasado. "Esto obligó a modificar mucho el cronograma. Los recesos en las provincias van cambiando y en otras estas enfermedades afectaron más y hubo que interrumpir las clases y cerrar. Fue un año muy complicado. A la complejidad y los obstáculos habituales del clima, se le sumaron las enfermedades".
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Herrero y sus censistas asistieron a las imágenes ocultas de otro país. De un territorio remoto, ajeno e ignorado por las grandes pantallas mediáticas. Un país que también es el país. Y al que todo le cuesta mil veces más que al urbano, al central, al de la oficina donde dicen que atiende Dios.
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Cuando en las altas oficinas del Palacio Pizzurno sepan cuántas escuelas hay desparramadas en campo y desierto y montaña. Cuando sepan dónde están. Cuando sepan cómo se llega, tal vez el futuro tenga un camino más allanado para hacerles una visita.
FUENTE: Diario El Popular - Olavarría

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