La educación de luto: murió un hombre fundamental


Don Oscar Funes, un maestro de la vida.
Falleció esta mañana Don Oscar Funes, un hombre que ayudó a cambiar la historia de la Mendoza de adentro. Quedará en la historia por haber conducido durante décadas un proceso educativo fuera de lo común en su pueblo. Entrá a esta nota y alimentate con su ejemplo.
por ULISES NARANJO.

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Había que verlo recorrer su quinta: probar sus tomates o sus nueces, aprender de él los secretos del cultivo de los hongos, la cría de animales o enamorarse de las magnolias que se descolgaban del árbol de su patio. Ha muerto Don Funes, un hombre que logró que fuera un poco mejor el destino de esta raza.
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Es así: ha muerto uno de esos hombres que dan sentido a los esfuerzos colectivos, esos que algunos llaman fundamentales. Se trata de don Oscar Funes, un maestro rural que le cambió los días a miles de sancarlinos con su ejemplo de vida.
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Tanto fue así, que don Funes recibió en vida uno de los homenajes más hermosos que la vida pudo hacerle: la escuela secundaria de Pareditas, San Carlos, lleva su nombre. Y sí que hicieron justicia con la decisión.
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Repitámoslo: Don Funes, el querido maestro sancarlino, murió hoy a los 81 años. Dirigió durante 30 años la escuela primaria de Pareditas, educó a todo un pueblo y formó una familia maravillosa, para quienes tenemos la alegría de conocerla.
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Y lo hizo junto a Lita, su mujer, también dedicada maestra sancarlina, con quien tuvo cinco hijos, cuatro de ellos docentes y uno promotor cultural de la zona y todos comprometidos con la realidad social de su región. Ahora mismo, su familia, incluidos sus doce nietos, lo vela en su propia casa y será enterrado hoy a las 19 en el cementerio de San Carlos.
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Si bien Oscar Funes nació en Rivadavia, su vida laboral lo llevó, en primer término, a El Zampal, Tupungato: “Me había recibido de maestro y quería trabajar. Un día llegué a la Inspección Nacional de Escuelas, en la ciudad de Mendoza, y el director me dice: ‘Funes ¿querés ir a trabajar a El Zampal, en Tupungato?’ ‘Bueno, cómo no’. ‘Entonces, andá que te hagan el nombramiento’. Voy a una oficina, me hacen el nombramiento, vuelvo a donde estaba el director y le pregunto: ‘¿A dónde queda El Zampal?’; ‘Ah, ¿no sabés dónde queda?’; ‘No. ‘Bueno, yo tampoco”, recordaría el querido maestro en una excelente entrevista que Federico Silvapintos le hiciera en MDZ hace un par de años.
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Después, don Funes llegó a Pareditas en 1960 a dirigir una de las primeras escuelas nacionales de la provincia. El hombre llegó al pueblito “no sólo con ideas nuevas para la época, sino que encontró una comunidad dispuesta a acompañarlo. El resultado: 30 años al frente de una escuela que fue el centro del desarrollo de la zona”, recuerda la entrevista.
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Aquí, una serie de retazos de la vida de Don Funes, este hombre inolvidable que olvidó el hecho de que debía seguir iluminándonos:
* El policía me pregunta: “¿A dónde lo llevo?” “A la escuela”. “No hay escuela”. “Cómo no va a haber escuela si a mí me han nombrado en una escuela que hay acá”, le digo. “Acá no funcionó nunca ninguna escuela”, me contesta. Entonces nos hicimos amigos y empezamos a recorrer casa por casa hasta que dimos con la casa de este señor. Al principio no me querían ni ver, ni el dueño de la tierra, ni la señora, ni los hijos. Claro, yo llegaba y les entorpecía todos sus proyectos. Pero al poco tiempo era como de la familia. Yo tenía 21 años. Nunca me cobraron pensión. Entonces empezamos a hacer la inscripción. No teníamos ni bancos, ni escritorio, ni nada. Empezamos a pedir cajones y tablones y arrancamos con 15 alumnos. Pero como seguía llegando gente, al poco tiempo tenía 75 chicos. Teníamos sólo dos habitaciones, y al final empecé a dar clases a la mañana y a la tarde”.

* “Se hizo el primer concurso, de acuerdo al estatuto del docente, y resultó que, por puntaje, yo estaba en los primeros lugares. Los inspectores me decían: ‘Funes, con el puntaje que tenés, te podés pedir una escuela en el Gran Mendoza, una escuela nacional grande’. Y yo decía: ‘No, ya opté. Me voy a Pareditas’. ‘Pero estás loco, con ese puntaje te podés ir a trabajar a Mendoza’. ‘Pero yo no me animo a ir a trabajar allá’. ‘¿Por qué?’. ‘Porque, desde que me inicié, trabajé siempre en escuelas de personal único’. En El Zampal era maestro, director, portero y cocinero. Y en Ñacuñán estuve ocho años, y también era una escuela de personal único. Tenía todos los grados.
* “A la Lita la conocí en un curso que se hizo para maestros rurales en Ezeiza (Buenos Aires), en el año ‘48. De ahí nos fuimos a Catamarca. Yo hubiera seguido en Catamarca, pero la Lita se peleó con la directora y no quiso saber nada más. Así que el tonto la siguió. Y entonces, vinimos a San Carlos. Nos casamos en el año ‘60. Y nos fuimos a Pareditas y ahí iniciamos la escuela de puertas abiertas: llamamos a todos los vecinos que quisieran venir, para colaborar con la escuela entre todos. Dentro de la escuela formamos la unión vecinal, la cooperativa de servicios públicos, el Club Pareditas también se reunía en la escuela, hacíamos bailes, beneficio y todo”.
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* “Empezamos a luchar por la luz eléctrica, por el agua corriente y por todo lo que necesitábamos. Por muchos años, todo el progreso que tuvo Pareditas lo tuvo con centro en la escuela. No es que el director haya sido un héroe, sino que la que lo hizo fue la comunidad. Y el personal docente, claro, a esos yo les rindo homenaje”.
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* “Yo llegué a Pareditas sabiendo algo de fotografía. Tenía un pequeño laboratorio que me había hecho en la cocina de mi casa, donde podía revelar y hacer ampliaciones. Así que me llamaban para todas las fiestas. Claro que muchas veces metía la pata hasta la manija. A varios los dejé sin fotos. Además, tenía una máquina de escribir. Yo aprendí a escribir con dos dedos, desde muy chico, porque mi padre tenía una máquina de escribir. Así que llegué a Pareditas con una máquina de escribir. Nadie tenía una máquina de escribir; nadie. Entonces, cualquiera que tenía que hacer un contrato decía: ‘Don Funes, no me hace el contrato’. Yo era un rey. Era una persona que sabía más que el resto de la gente. Pero los maestros se fueron quedando, quedando”.
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* “Cuando llegué a Pareditas, los maestros volvían a la tarde a la escuela. Se quedaban haciendo trabajos, había máquinas de coser, hacían los disfraces para los actos. Un maestro con un solo sueldo vivía. Nunca se hizo rico un maestro, pero sí podía vivir. Hoy, -y esto va en homenaje a los maestros nuevos-, con lo que gana un maestro no se puede vivir. Entonces, tampoco le podemos exigir”.
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* “Hoy resulta que tenemos alumnos que manejan una computadora mucho mejor que los maestros. Antes parecía que los maestros lo sabíamos todo y hoy nos encontramos con que los alumnos saben más que los maestros. Antes todo lo hacíamos nosotros, porque en sus casas los alumnos de escuelas rurales no tenían ni un libro, no tenían un padre que tuviera algo. La única persona que podía proveer de esos conocimientos era el maestro. Además, hoy a un maestro no le da el cuero para más”.

FUENTE: http://www.mdzol.com

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