A las 8:00 de la mañana se iza la bandera, desayunan los chicos y yo con el director de la escuela me pongo al tanto de lo que hay que hacer. Comienzan las actividades, un recreo a las 10.00 y a las 11.40 se comienza a guardar las cosas, hay que almorzar porque a las doce pasa el colectivo que va para Güemes y que toman varios chicos” describe Silvia, maestra rural de la escuela 4136 Julio Argentino Cornejo de Finca La población en Campo Santo, a unos kilómetros del municipio de General Güemes en Salta. Para conocer la experiencia de vida del maestro rural, conversamos con Jesús Sánchez y Silvia Rodríguez, pertenecientes al establecimiento.
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Aunque parece simple la descripción, la realidad de estos maestros y la de sus alumnos junto a la comunidad es compleja. Los maestros no sólo deben hacer frente a los desafíos que se les presenta en la docencia sino también ser enfermeros, psicólogos, cocineros, ordenanzas, administrativos, consejeros y más. Pero lo que propulsa todos estos roles no sólo es la voluntad de seguir adelante sino vivenciar en ellos la expresión pura de la vocación por la docencia.
La escuela tiene dos aulas y una cocina que hace de oficina de la dirección, más los baños y un patio. Aunque se imparte media jornada, se brinda desayuno y almuerzo a los alumnos. Su director, José Villca también es maestro de grado; todos colaboran para la comida diaria de los chicos y también con los materiales y útiles escolares. Se organizan bonos y festivales para recaudar fondos para ayudar a la escuela, la comunidad y a los cinco alumnos que están becados. Otras actividades incluyen visitas guiadas a Salta capital “tratamos de traerlos a la ciudad porque la mayoría no conoce y nunca salieron de la comunidad” afirmó Sánchez.
Los cuarenta chicos que asisten están divididos en primer ciclo que comprende desde 1º hasta 4º grado y el segundo ciclo desde 5º hasta 7º grado, cada uno en un aula y divididos por grupos según el año, ahí es donde Silvia ejerce su cargo de maestra de Pluriaño. Las edades van desde los seis hasta los diecisiete y las asignaturas que se dictan son matemáticas, ciencias, religión, inglés (que se agregó este año) y actividades plásticas. Computación debería darse pero el soporte técnico y los materiales todavía no llegan.
Jesús es maestro itinerante y enseña Religión, está a punto de recibirse de profesor en Ciencias Sagradas y al comenzar las clase aborda temáticas sociales, uno de los problemas más importantes que tienen los chicos; “El aprendizaje es mucho más lento, están formados desde chicos que primero está el trabajo y que el estudio queda en segundo lugar” declaró Jesús. Esto se traduce en reiteradas insistencias que culminan con la deserción.
Silvia, es maestra interna desde hace dos años y ese es el mismo tiempo que viaja todos los días a dedo hacia Campo Santo. Ella no es la única, otras maestras de escuelas cercanas hacen lo mismo. La razón, lograr que el sueldo les rinda unos días más. Al hablar sobre la realidad de sus alumnos expresó “son niños de escasos recursos, con problemáticas sociales importantes a raíz de la falta de dinero, con historias distintas. Algunas alumnas son madres de dieciséis, doce chicos. No hay trabajo, son analfabetos y en muchos casos abandonan la escuela”.
Desde la escuela se observa el cañaveral, escenario en donde los alumnos también toman partida a través de la jornada laboral de todos los días. Muchos se levantan temprano para trabajar y luego van a la escuela. “Hay chicos trabajadores, que van a las fincas a cosechar por ejemplo el tomate, van a encañar; ellos ya saben lo que es ganarse el pan” dijo Silvia.
No hay que olvidarse que a pesar de todas las problemáticas que rodean a los alumnos, no dejan de ser niños, muchos trabajadores, pero niños aún interesados por aprender. Aunque las condiciones no sean óptimas ni los recursos suficientes, los maestros rurales siguen brindándose con trabajo y sacrifico a sus alumnos que tanto necesitan de la adecuación, porque como dice Luis Landriscina:
“Y desde entonces su vida/ se hizo horcón de guayacán / se hizo paredes de adobe/ se hizo terrón para el quincho/ y armó con todos sus años/ aquel rancho para el alma/ con un letrero invisible/ que decía en letras de amor/ Aquí hay saber y cariño”.
FUENTE: Noticias Iruya.com - Salta
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