Tres maestros les enseñan a 35 alumnos; no hay luz, agua potable ni señal de celular. Ultimo ajuste a la antena satelital; un alumno espera ansioso para usar la laptop .
Foto:Fundación aprendiendo bajo la Cruz del Sur
Clara Bianco - LA NACION
PARAJE SALA ESCULLA, Salta. Esta es una historia de las que abundan en la Argentina postergada, que no siempre alcanza las primeras páginas de los diarios, pues atañen a una pequeña comunidad en un remoto punto de la vasta geografía de nuestro país.
Cuando el helicóptero de la gobernación salteña se aproximó a la Escuela N° 4236, del paraje Sala Esculla, en el departamento de Iruya, Salta, la escena fue estremecedora.
El piloto, Alejandro Sagristá, se emocionó durante el vuelo cuando se enteró del propósito del viaje y disfrutó tanto o más que todos ese momento, mezcla de ansiedad y alegría. Ese grupo de chicos y maestros esperaba, desde hace años, entrar en el mundo y también en el futuro: iban a conectarse a Internet.
Desde la altura, los cerros son de color marrón muy claro y desnudos de vegetación. Por los ríos, con sus cauces de piedras grises, sólo corren pequeños hilos de agua. De repente brota la emoción, cuando en lo más alto de un cerro pelado se divisan dos pequeños puntos: era la escuelita rancho de Sala Esculla.
Al acercarse, una pequeña bandera argentina flameaba desteñida y deshilachada de tanto sol y tanto viento. Desde la altura se observaba un apretado grupo de personas. Allí estaban, a 2900 metros de altura sobre el nivel del mar, con sus guardapolvos blancos y manos en alto que se agitaban sin cesar, como si agradecieran la llegada de la computadora, esa máquina que cumpliría sus sueños.
Una pequeña bandada de niños puros como pájaros corrieron con los brazos abiertos para dar abrazos interminables. Con las manitos despejaban la tierra que levantaban las palas del helicóptero, ese otro pájaro de acero que muchos de ellos veían por primera vez.
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