Las teleras mantienen viva una tradición


Este relato obtuvo el primer premio por el nivel secundario en el Concurso Rincón Gaucho en la Escuela


Santiago del Estero es reconocida por sus artesanos. En el interior de Loreto hay decenas de mujeres que junto a sus familias trabajan en el telar. Todas ellas tienen una historia de vida heroica, quizá se necesiten muchas páginas para describir su lucha cotidiana, pero dicen que para muestra basta un botón, por eso elegí contarles sobre Nélida Villalba, telera de mi pueblo. La visité en su rancho de Vichi Tacoj, en la comunidad de San Gregorio, para compartir su experiencia de ama de casa y artesana del monte.

Nélida dice, con mucho orgullo, que nació en cuna de artesanos y que empezó a hilar a los ocho años. Así fue aprendiendo junto a su mamá, Rosa Riveros. Cuando tenía doce años, su abuela Timotea Riveros le enseñó a tejer en telar tradicional una sobrecama, que dejaron para uso familiar pues tenía las imperfecciones del trabajo de un principiante.

"Lo que me motivó a seguir tejiendo es el hecho de mantener viva la cultura tradicional que me transmitieron mis antepasados", confiesa Nélida, parada junto a su telar, construido bajo el alero de su casa, con palos enterrados. "En estos últimos tiempos, para promocionar nuestro trabajo, hemos armado un telar sobre una base, que pueda llevarse a las ferias", agrega.

Mi vecina Nélida, como todas las artesanas loretanas, tiene su corazón abierto y sin egoísmos transmite sus saberes a todos los que quieran aprender. Piensa que sólo así su arte no se perderá. De hecho, en mi visita a su rancho aprendí algunos de los secretos que guarda nuestro monte.

Procesos del tejido
La materia prima de una sobrecama artesanal es la lana de oveja. Hay dos tipos de lana: criolla y la merina. "La lana criolla se utiliza desde hace mucho tiempo para realizar sobrecamas, alfombras y la indumentaria para los caballos, como las caronillas. Con lana merina se realizan prendas para vestir como ruanas, chalecos, bolsos, camperas y ponchos. Una vez que fue seleccionada la fibra, hay dos formas de realizar el hilo: con lana lavada (cuando se hace el hilo se mantiene el espesor) y con lana sin lavar (el hilo se hace más esponjoso y un poco más fino)", explica Nélida.

"El artesano tiene que ser creativo para diseñar diferentes prendas. Los colores que utilizamos para teñir nuestras mantas se encuentran ocultos en la naturaleza. Por ejemplo, si tiñes con cortezas y savias de árboles, se consiguen todas las tonalidades de marrones, que van del beige al chocolate; de la manzanilla amarga sale un amarillo verdoso; con la chinchilla se consigue un verde claro; de la cebolla surge un marrón claro; con los hongos se obtiene un anaranjado; de la grana cochinilla sale un bordó; del ancoche, un amarillo suave; del jume sale un verde aceituna y de la yerba del mate, los verdes claros", detalla.

Paso a paso
En el telar se empieza por el urdido, después se realiza el enlizado. Luego se acomodan 560 hebras, que se entrelazarán hasta formar una sobrecama de dos plazas. Se tarda más o menos un mes para terminar el trabajo, pues el tiempo se reparte con los quehaceres domésticos.

"Creo que hay dos tipos de artesanos: los que instalan el negocio, interesados sólo en el lucro, y los otros, entre los que me incluyo, que hacemos este trabajo sin que nos importe únicamente el hecho de que ganemos dinero o no, pues lo hacemos para mantener nuestras tradiciones, para regalar a los familiares o los amigos, con la intención de procurarles abrigo y protección. Recuerdo que mi madre tejió un sobrecama para cada uno de mis hermanos varones. Con estas mantas que ella les regalaba, no sólo les daba abrigo, también les transmitía una forma de vida que continúa generación tras generación. Quizá cuando eran niños o jóvenes no percibían esto, pero con el tiempo se fueron dando cuenta de lo importante que era para ellos", describe Nélida.

Me despido y empiezo a caminar por el sendero que me lleva a mi casa, pensando que pronto tejeré mi primera manta.

Por Rocío Judith Meleán
Para LA NACION. La autora es alumna del colegio secundario San Gregorio, Loreto, Santiago del Estero

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