La escuela agraria es un sistema didáctico único en expansión

Entrevista a RICARDO PETERS
Director de Educación Agraria de la Dirección de Educación de la pcia. De Buenos Aires
.
· El funcionario gestiona un área en la que estudian unos 13.000 chicos y que capacita, en saberes prácticos, a otras 5.000 personas. Y afirma: “Vamos al rescate de la vieja cultura chacarera que supieron marcar nuestros padres y abuelos”.

Médico veterinario de la Universidad Nacional de La Plata, nacido en Carhué, pero vecino de Las Flores, Ricardo Peters es, desde diciembre de 2007, el director de educación agraria de la Dirección de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires.
Es un área con 13.000 alumnos repartidos en 54 secundarias agrarias y 29 centros de educación para la producción total, además de otros 21 centros para la producción agraria que brinda anualmente cursos y talleres de saberes prácticos a unas 5.000 personas (todos mayores de 16 años). Dentro de su ámbito también engloba a las 26 escuelas privadas del sector.
- ¿Cómo gestionar un sistema heterogéneo, con tantas especialidades, pero a la vez tan específico como el de las escuelas agrarias?
- Tratamos de implementar un modelo productivo en cada escuela, teniendo en cuenta el desarrollo sustentable de la región en la que se emplaza. Este año pasamos de una cursada de seis a siete años, donde profundizamos la capacitación técnica de nuestros alumnos, pero también la formación de ciudadanos que respeten el medio ambiente, se comprometan con el paisaje rural y adquieran conciencia de la importancia del valor agregado dentro de un sistema de producción diversificado. Nuestra línea de acción va al rescate de la vieja cultura chacarera que supieron marcar nuestros abuelos y padres.
- ¿Esas modificaciones en el plan de estudios contemplan nuevas orientaciones en la cursada?
- Sí, a las tradicionales especialidades en agroalimentos agregamos otras orientaciones como turismo rural y diseño de parques y jardines, actividades que en el último tiempo reactivaron las economías regionales. Otra innovación es que al terminar 6° año, le entregamos a los alumnos un certificado de haber aprobado el secundario. Es para todos aquellos que quieren seguir estudios universitarios en otras carreras. El título de técnico agrario, en cambio, se lo damos a los chicos de 7°.
- ¿Son muchos los egresados de escuelas agrarias que siguen carreras ajenas a la disciplina?
- El 50 % de nuestros egresados va a la universidad. De ese universo, el 70 % sigue carreras afines a lo que estudiaron. El resto se reparte en profesiones liberales. Algunos siguen las Sociales. E incluso las artísticas. Sin embargo, el grueso se convierte en técnicos, algo que todavía sigue faltando en cantidad en el país.
- ¿En qué momento histórico se encuentra la matrícula de alumnos de las escuelas agrarias?
- En clara expansión. Tras el parate que significó los 90, en estos años se desarrolló un escenario favorable y una reactivación regional que deparó en nuevas oportunidades para los técnicos agrarios. A la par, el plan de mejoras para la educación técnica lanzado por el Gobierno permitió la renovación, equipamiento y modernización de muchos laboratorios, gabinetes, talleres y aulas. Es una inversión muy importante que ya lleva un par de años y que le imprimió un nuevo impulso al área. Y la gente del campo la empieza a notar. Antes, cuando el ministro (Mario Oporto) visitaba una escuela agraria, se llevaba una lista de pedidos y reclamos. Ahora lo invitan a que conozca las nuevas máquinas, equipos o laboratorios que recibieron con el plan de mejoras.
- Entre los alumnos y egresados existe una relación de pertenencia con la escuela agraria muy fuerte. Tal vez más que en otras disciplinas. ¿Comparte esta idea?
- Por supuesto. Yo soy uno de ellos, por ejemplo. En la escuela agraria se genera un ámbito muy especial. Imagine el entorno rural, chicos que estudian en doble jornada, que almuerzan allí con sus pares y docentes, que incluso muchos de ellos duermen allí porque les queda lejos de la casa. El rol del comedor resulta fundamental porque no sólo sirve para socializar: los chicos producen lo que ellos mismos después consumen. Y esto es lo que distingue a la escuela agraria. Allí se aprende a hacer haciendo. Es un sistema didáctico productivo único. Otra cuestión es la relación de tiempo completo con el docente, que oficia de maestro, pero también de guía, tutor y modelo de profesional a imitar. Por caso: no registramos hechos de violencia escolar. Y eso que nuestros alumnos manejan cotidianamente palas, herramientas pesadas y punzantes. Todo esto hace de la escuela un ambiente acogedor y contenedor como pocos porque, más que un segundo hogar, es el primero. Estudiás, comés y dormís ahí.
- ¿Cómo repercutió dentro de la escuela el conflicto entre el Gobierno y los empresarios rurales?
- La mayoría de nuestros estudiantes son los hijos o nietos de los productores y dirigentes agropecuarios y eso hizo que se sintiera. Pero la escuela siempre se erigió como un ámbito de encuentro y mediación y se ubicó por fuera de la coyuntura. Así, las clases siguieron con total normalidad.
-
Juan Pablo Casas
Diario Clarín – Guía de la Enseñanza, Domingo 22 de febrero.


Comentarios